martes, 31 de julio de 2012

Cantar disminuye los dolores de parto

El embarazo es una etapa muy hermosa en la vida de muchas mujeres, pero al acercarse el día del parto comienzan los temores, tanto sobre la salud del bebé y sobre cómo será la labor de alumbramiento. Hoy te explicamos cómo cantar disminuye los dolores de parto.

Últimamente han salido a la luz varios métodos que permiten a las mujeres dar a luz con el menor dolor posible, desde los cursos profilácticos en el que enseñan métodos de relajación hasta partos bajo el agua se incluyen en el abanico de posibilidades para un alumbramiento menos traumático para la mujer.

Sin embargo, muchas veces durante el parto se olvidan todas las recomendaciones y se sufren excesivamente los dolores; los médicos han explorado una nueva herramienta: el canto, indican que cantar durante la labor de parto disminuye significativamente los dolores.


Se basa en métodos de la cultura de la India y Marruecos, que indican que la fuerza con la que se usan las cuerdas vocales para producir sonidos vibratorios puede causar una sedación que disminuye el dolor.

Los médicos han encontrado que con este método se producen endorfinas que calman el dolor; también, la embarazada al relajar el diafragma y trabajar con los músculos respiratorios consigue relajación.

Hay que notar que cantar no es lo mismo que gritar, se ha indicado que el encontrar la melodía correcta se puede convertir en un lazo de reconocimiento entre el bebé y la madre.

Así que si estás cerca de dar a luz es hora que comiences a practicar tus melodías preferidas y te relajes (a la vez que deleitas a los doctores) durante el parto.


Fuente: Otra Medicina






Fuente: Otra Medicina

lunes, 30 de julio de 2012

¿Yo Malcrio?


EXELENTE ARTICULO DE VIOLETA VAZQUEZ,  MI PROFESORA DE PUERICULTURA.
La mayoría de los niños que parecen estar haciendo un retroceso en su aprendizaje están a punto de dar un gran paso. Toman carrera, se preparan e intuyen.
Quien tuvo la oportunidad de ver un parto fisiológico sabe que durante el expulsivo la cabecita parece entrar y salir con cada contracción.
Todo el movimiento de la vida es bifásico y circular: expansión y contracción. Así respiramos, así intercambiamos, así morimos, así nacemos. Es la noche la que posibilita la génesis del día, y es el invierno donde nace el verano.
¿Cómo hacer entonces para imponer rutinas a nuestras hijos? ¿Cómo pretender que avancen y aprendan como adultos adiestrados, linealmente?. Los niños son pura energía, porque están tan cerca del portal muerte-nacimiento que la energía aún no a tomado forma, vibra muy alto y la calidad de percepción es rigurosa. ¡Cuanto nos servirían a los adultos los poderes brujos de los niños!
Los bebés no necesitan aprender, los adultos necesitan enseñar. Los bebés no necesitan rutinas diarias porque sus ciclos fisiológicos se repiten muchas veces a lo largo de un día calendario. Los adultos necesitamos rutinas para organizarnos, vivir en sociedad, hacer identidad, ubicarnos, asegurarnos.
Los niños pueden ser egoístas, solidarios y pacifistas al mismo tiempo. Los niños pueden esperar la atención de un otro más que cualquier adulto, y nunca se rinden.
Tengo una receta muy simple a todas las enfermedades y los berrinches de los bebés: upa y teta 24 hs seguidas. Es la receta más difícil de lograr pero la que más me dio resultado. La madre se rinde ante el bebé, se entrega, ya no pelea por sus espacios y sus tiempos...y parece que el bebé hace lo mismo. Y ambos se llenan, el uno del otro, quedan satisfechos de mimos, y ya pueden alejarse un poco sin miedo y sin ansiedad. ¿Por qué los niños van a acostumbrarse a los brazos si los adultos aunque pudiéramos hacer el amor 24 hs seguidas no lo hacemos? No lo hacemos porque la libido fluye y la tensión se alivia.
No creo que ni las reglas ni las rutinas sean malas ni crueles, creo que si parten de una necesidad genuina de los padres, se pueden hacer planes conductivos para “lograr que pepito...” pero no para “enseñarle a pepito”. Porque pepito aprende solo, cuando está listo. Lo mismo que sus padres en esta Escuela para Padres que es la Vida.
No creo en la culpa, con la culpa creemos que debemos algo y que podemos compensarlo. Y no se trata de devolverle nada a nadie. Ni de recuperar el “tiempo perdido”. La culpa no nos permite la humildad de creer en el sentido de las cosas, en la calidad del tiempo, cuándo un momento es apto para algo porque hay resonancia y cuándo no.
Sólo quiero destacar que los padres que no se han embanderado en ningún tipo de crianza ni han depositado el saber afuera, haciendo según su cultura, y su naturaleza han sido padres felices y presentes. Sus hijos ya nos dirán en unos años.
Violeta Vazquez
-Coordinadora de PanzayCrianza: Escuela de Puericultura- Profesionales en Lactancia y Familia

domingo, 29 de julio de 2012

La lactancia salvaje por Laura Gutman


La mayoría de las madres que consultamos por dificultades en la lactancia estamos preocupadas por saber cómo hacer las cosas correctamente, en lugar de buscar el silencio interior, las raíces profundas, los vestigios de femineidad y apoyo efectivo por parte de los individuos o las comunidades que favorezcan el encuentro con su esencia personal.



La lactancia es manifestación pura de nuestros aspectos más terrenales y salvajes que responden a la memoria filogenética de nuestra especie. Para dar de mamar sólo necesitamos pasar casi todo el tiempo desnudas, sin largar a nuestra cría, inmersas en un tiempo fuera del tiempo, sin intelecto ni elaboración de pensamientos, sin necesidad de defenderse de nada ni de nadie, sino solamente sumergidas en un espacio imaginario e invisible para los demás.



Eso es dar de mamar. Es dejar aflorar nuestros rincones ancestralemente olvidados o negados, nuestros instintos animales que surgen sin imaginar que anidaban en nuestro interior. Es dejarse llevar por la sorpresa de vernos lamer a nuestros bebés, de oler la frescura de su sangre, de chorrear entre un cuerpo y otro, de convertirse en cuerpo y fluidos danzantes.



Dar de mamar es despojarse de las mentiras que nos hemos contado toda la vida sobre quienes somos o quienes deberíamos ser. Es estar desprolijas, poderosas, hambrientas, como lobas, como leonas, como tigresas, como canguras, como gatas. Muy relacionadas con las mamíferas de otras especies en su total apego hacia la cría, descuidando al resto de la comunidad, pero milimétricamente atentas a las necesidades del recién nacido.



Deleitadas con el milagro, tratando de reconocer que fuimos nosotras las que lo hicimos posible, y reencontrándonos con lo que haya de sublime. Es una experiencia mística si nos permitimos que así sea.



Esto es todo lo que necesitamos para poder dar de mamar a un hijo. Ni métodos, ni horarios, ni consejos, ni relojes, ni cursos. Pero sí apoyo, contención y confianza  de otros (marido, red de mujeres, sociedad, ámbito social) para ser sí misma más que nunca. Sólo permiso para ser lo que queremos, hacer lo que queremos, y dejarse llevar por la locura de lo salvaje.



Esto es posible si se comprende que la psicología femenina incluye este profundo arraigo a la madre-tierra, que el ser una con la naturaleza es intrínseco al ser esencial de la mujer, y que si este aspecto no se pone de manifiesto, la lactancia simplemente no fluye. No somos tan diferentes a los ríos, a los volcanes, a los bosques. Sólo es necesario preservarlos de los ataques.



Las mujeres que deseamos amamantar tenemos el desafío de no alejarnos desmedidamente de nuestros instintos salvajes. Lamentablemente solemos razonar y leer libros de puericultura, y de esta manera perdemos el eje entre tantos consejos supuestamente “profesionales”.



La insistencia social y en algunos casos las sugerencias médicas y psicológicas que insisten en que las madres nos separemos de los bebés, desactiva la animalidad de la lactancia. Posiblemente la situación que más depreda y devasta la confianza que las madres tenemos en nuestros propios recursos internos, es esta creencia de que los bebés se van a malacostrumbrar si pasan demasiado tiempo en nuestros brazos. La separación física a la que nos sometemos como díada entorpece la fluidez de la lactancia. Los bebés occidentales duermen en los moisés o en los cochecitos o en sus cunas demasiadas horas. Esta conducta sencillamente atenta contra la lactancia. Porque dar de mamar es una actividad corporal y energética constante. Es como un río que no puede parar de fluir:  si lo bloqueamos, desvía su caudal.



Contrariamente a lo que se supone, los bebés deberían ser cargados por sus madres todo el tiempo, incluso y sobre todo cuando duermen. Porque se alimentan también de calor, brazos, ternura, contacto corporal, olor, ritmo cardíaco, transpiración  y perfume. La leche fluye si el cuerpo está permanentemente disponible. La lactancia no es un tema aparte. O estamos madre y bebé compenetrados, fusionados y entremezclados, o no lo estamos. Por eso, dar de mamar equivale a tener al bebé a upa, todo el tiempo que sea posible. No hay motivos para separar al bebé de nuestro cuerpo, salvo para cumplir con poquísimas necesidades personales. La lactancia es cuerpo, es silencio, es conexión con el submundo invisible, es fusión emocional, es entrega.



Dar de mamar es posible si dejamos de atender las reglas, los horarios, las indicaciones lógicas y si estamos dispuestas a sumergirnos en este tiempo sin tiempo ni formas ni bordes.  También si nos despojamos de tantas sillitas, cochecitos y mueblería infantil, ya que un pañuelo atado a nuestro cuerpo es suficiente para ayudar a los brazos y las espaldas cansadas. Incluso si trabajamos, incluso si hay horas durante el día en que no tenemos la opción de permanecer con nuestros bebés, tenemos la posibilidad de cargarlos en brazos todo el tiempo que estemos en contacto con ellos.



Es verdad que hay que volverse un poco loca para maternar. Esa locura nos habilita para entrar en contacto con los aspectos más genuinos, inabordables, despojados, salvajes, impresentables, sangrantes de nuestro ser femenino. Así las cosas, que nos acompañe quien quiera y quien sea capaz de no asustarse de la potencia animal que ruge desde nuestras entrañas.





En defensa de la lactancia prolongada



Liga de la Leche en Venezuela, conformada por madres voluntarias con experiencia en lactancia materna, emite su posición sobre los beneficios de amamantar a los hijos ya no tan bebés

Néstor Luis llabanero
"La lactancia que se dice llamar prolongada es aquella que socialmente se prolonga mas allá de lo que habitualmente una madre da el pecho a su bebé en el lugar donde habita. En algunos países suele llamar lactancia prolongada a un bebé de más de 6 meses o un año", dice Carolina Tredinick, líder y presidenta de esa organización no gubernamental.
¿Cuáles son las razones por las cuales defienden la lactancia prolongada?
"La Organización Mundial de la Salud hace énfasis en la importancia de amamantar hasta los dos años de vida y más. La Academia Americana de Pediatría recomienda lactancia exclusiva hasta los seis meses y con alimentación complementaria hasta el año o más. Los bebés amamantados por largo tiempo tienen menos tendencia a enfermarse. Los anticuerpos presentes en la leche materna se presentan en toda la lactancia. Los niños amamantados siguen nutriéndose de la leche de su madre".
"La OMS advierte que aumentar las tasas de amamantamiento ayudaría a disminuir en un 10%, las muertes en niños", continúa Tredinick en su exposición de razones, todas sustentadas con referencias de autores. "La lactancia prolongada ayuda a los niños pequeños a tener una transición gradual a la niñez, les permite aliviar frustraciones, choques, golpes y tensiones diarias. Existe abundante evidencia científica que documenta que sumado a las cuestiones de salud, cuánto más tiempo un niño sea amamantado, su Coeficiente Intelectual (IQ) será más elevado y sus notas serán mejores en el colegio en los años posteriores. El desarrollo tanto físico como psíquico y social del niño desde su nacimiento, se sustenta en la maduración de las estructuras cerebrales durante los primeros años de vida. Un estudio que trató específicamente de bebés con lactancias prolongadas' demostró un mayor ajuste social, y tendencias estadísticamente significativas de menores desórdenes de conducta con la duración creciente del amamantamiento".
"La lactancia materna prolongada ayuda a reducir el riesgo de cáncer de seno, ovario, uterino y endometrio. La lactancia materna ayuda a la mujer a evitar tener osteoporosis. Las mujeres diabéticas necesitan menos dosis de insulina. Las mujeres que amamantan tienden a perder peso más rápidamente, recuperando su figura antes del embarazo. En muchas mujeres la lactancia prolongada retarda la fertilidad al suprimir la ovulación".
¿Cuándo recomiendan empezar a dar alimentos sólidos a los niños?
"Se recomienda comenzar a introducir los alimentos complementarios alrededor de la mitad del primer año. Antes de este tiempo, el sistema digestivo del bebé no ha madurado lo suficiente como para digerir y procesar adecuadamente ningún otro alimento que no sea la leche materna. Se recomienda ofrecer primero el pecho al bebé, antes de ofrecer los demás alimentos, pues la leche materna es lo fundamental durante el primer año de vida, en razón que usted solo estará acostumbrando al bebé a otros sabores y texturas. A partir del año o más, la leche materna sigue aportando nutrientes para el bebé".
¿Cómo aconsejan que deba producirse el destete?
"Una madre debería dar el pecho todo el tiempo que ella y su bebe lo decidan. La Liga de la Leche en Venezuela recomienda el destete natural que se da cuando la madre simplemente ayuda a su bebe en su trayectoria natural a la independencia y ofrece alternativas aceptables por el bebe al pecho. También apoyamos a la madre que desea realizar un destete programado, procurando satisfacer las necesidades del bebé y la madre. No recomendamos un destete abrupto, difícil para la madre y el bebé, por varias razones, incomodidad física para la madre, cambios hormonales repentinos en la madre que pueden provocar depresión y trauma emocional para el bebé. Los detalles prácticos del destete dependerán de la edad del pequeño y de la estrategia que la madre adopte".
¿Qué es la Liga de la Leche?
"La Liga de La Leche es una organización no gubernamental, sin fines de lucro, religiosos o políticos, que promueve y apoya la lactancia materna con un estilo de crianza que valora la maternidad, con presencia en más de 85 países. En Venezuela está presente en Caracas desde el año 2005".
¿Quiénes la conforman?
"Las líderes de la Liga de La Leche somos madres voluntarias con experiencia y formación en lactancia materna, conocimiento de manejo de grupos y técnicas de comunicación, que realizamos reuniones mensuales dirigidas a las madres, mujeres gestantes, los padres y todas las personas que brindan apoyo a la mamá que lacta, damos ayuda por teléfono y correo electrónico, de acuerdo con su horario familiar".




 

Casilda Rodrigañez: Recuperando la mujer prohibida




En nuestro orden social la sexualidad ha quedado reducida al falocentrismo adulto; es decir, lo que se entiende por ’sexualidad’ es una pulsión adulta y que gira en torno al falo. Por ‘acto sexual’ todo el mundo entiende el coito. Sin embargo hay toda una sexualidad básica humana y femenina que no es falocéntrica. 

Para cuando la civilización occidental empieza a reconocer ‘científicamente’ la sexualidad, la mujer lleva milenios arrastrando un cuerpo sometido a este orden falocrático, un cuerpo al que se le cortan las raíces desde el comienzo de su crecimiento, lo mismo que a un bonsai. El sexo femenino no existe, constata empíricamente Freud, a partir de lo que ve y del sesgo falocrático y misógino de nuestra civilización. En el panorama del orden sexual vigente, se determina que sólo hay un sexo, el masculino; y la mujer es sentida y definida como un varón sin sexo, castrado. Sin embargo, hasta el mismo Freud reconoció que había algo que se le escapaba, un ‘continente negro’ inexplorado… difícil de devolver a la vida, como si hubiera caído bajo una represión particularmente inexorable. (1) 

Según la cultura falocrática del sexo único, el orgasmo femenino tiene que ser vaginal o clitoridiano; sin embargo, la psicoanalista y sexóloga francesa Maryse de Choisy (2), después de diez años de trabajo con cuestionario, afirma que aunque según sus investigaciones puede hablarse de cinco tipos de orgasmos (el clitoridiano, el vaginal, el cloacal, sin acmé o sin paroxismo y el cérvico-uterino), el orgasmo femenino más auténtico es el cérvico-uterino, por su profundidad, ritmo, intensidad y extensión. Por ejemplo, Maryse de Choisy dice que: apretando los muslos o los glúteos firmemente (las mujeres) alcanzan un tipo de orgasmo que arranca en algun punto muy profundo de su interior, sin ninguna otra estimulación. Asegura también que independientemente de cual sea la estimulación que da lugar al proceso orgásmico, en realidad, todos tienen su origen o su fuente (source= en francés) en el útero.

También Masters y Johnsons aseguran que en todo orgasmo femenino se producen ‘contracciones’ del útero, lo que nos viene a corroborar que, independientemente de cual sea la estimulación exterior, todos los orgasmos tienen en común unos movimientos rítmicos del útero, que nosotras preferimos llamar ‘latidos’ en vez de ’contracciones’.

Esto explica la imagen de las sirenas, las mujeres-pez, que en la Antigüedad representaban la sexualidad no falocéntrica de la mujer. Las sirenas no podían tener relaciones coitales con varones, pero nadaban voluptuosamente como los delfines y bailaban la danza del vientre -del útero- en el agua.

Juan Merelo-Barberá (3) afirma que el centro del sistema erógeno femenino no es el clítoris, sino el útero, que empieza de latir propulsando olas de placer, cada vez que una mujer se excita sexualmente. Pero el útero es una bolsa de tejido muscular, y los músculos que no utilizan se agarrotan y pierden su elasticidad y su funcionalidad. Cuando nos escayolan una pierna un mes, luego tenemos que hacer ejercicios de rehabilitación para recuperar la función muscular… ¿Qué sería si esa pierna hubiese estado 20 ó 30 años inmovilizada? Los partos sin dolor y con placer existen, y ya no hace falta recurrir a lo que informa Bartolomé de las Casas de las mujeres del Caribe de hace 500 años o a las investigaciones realizadas por Merelo-Barberá y otros, puesto que los partos con placer y orgásmicos han sido filmados. De hecho la misma Biblia nos tenía que haber inducido a sospecha, porque dice ‘parirás con dolor’ en tiempo futuro, a la par de ‘el hombre te dominará’ y ‘pondré enemistad entre ti y la serpiente’ (que fue el mayor símbolo de la sexualidad femenina en las civilizaciones pre-patriarcales).

El parto con dolor, con el útero espástico (4), y la maternidad robotizada, sin el impulso del deseo, fue el gran logro de la paralización de la sexualidad de la mujer. Si en la era prepatriarcal la organización social se vertebraba a partir de la líbido femenino-materna (5), su eliminación fue el requisito previo para levantar la sociedad patriarcal.

Hace 4 ó 5 mil años, el Poder de un colectivo de hombres creó una sociedad basada en el sometimiento de la mujer. Este sometimiento incluía de una manera muy especial, su sometimiento sexual; es decir, se creó una sociedad basada en la violación sistemática de los deseos de la mujer. Independientemente de que esa violación en la práctica fuese más o menos forzada o violenta, según los momentos, poco a poco se consigue que el deseo de la mujer deje de ser relevante, hasta que se anula, desaparece y se limita a la complacencia falocrática. Las mujeres perdieron sus costumbres, sus reuniones, sus bailes voluptuosos, sus baños sensuales compartidos entre hermanas, madres, tías, abuelas…., el cuerpo a cuerpo con sus criaturas… perdieron la maternidad nacida del deseo y guíada por el placer de sus cuerpos: perdieron su forma propia de existencia, como dice Lea Melandri (6), una existencia impulsada por el latido del vientre; perdieron la libertad de sus cuerpo y la conciencia del mismo. El deseo sexual en la mujer pasó a ser considerado lascivo y deshonesto, para que cuando emergiera en la mujer, ésta se sintiera culpable y aborreciera y se distanciara de su propio cuerpo. Como dice la Biblia, las buenas esposas eran esclavas del señor, debían hablar lo menos posible y sentir vergüenza hasta de su marido; como madres patriarcales tenían la misión de introyectar el pudor y el recato en las hijas, convirtiéndose en la garantía de la paralización de todo atisbo de producción del deseo sexual de las futuras generaciones de mujeres. Se cortó de raíz el valor del cuerpo femenino y el desarrollo natural de la sexualidad de la mujer. 

Por ello la mujer empieza a taparse con velos y a andar tiesa como un palo. La higiene se convierte en una asepsia que elimina el olor de nuestros flujos, que es un factor específico de atracción sexual (por ejemplo la mujer lactante atrae al bebé). Y los hábitos cotidianos de las posturas se rectifican; dejamos de sentarnos en cuclillas y se generaliza el uso de la silla; se va educando el movimiento del cuerpo con el objetivo de paralizar todo lo que se pueda los músculos pélvicos y los uterinos, para que nuestro vientre no se estremezca ni palpite y no aparezca la pulsión sexual.

Creo que es obvio que la sexualidad de la mujer (a diferencia de la del hombre) no es uniforme, no es siempre la misma; a lo largo de su vida, la mujer pasa por diferentes ciclos y estados sexuales, unos de mayor producción libidinal que otros, y sobre todo, de diferente orientación. El equilibrio emocional, tanto psíquico como orgánico, libidinal y hormonal, que sostiene nuestros cuerpos es un proceso ondulante, cíclico. Por eso la luna, que aparece en el cielo cambiando de forma cíclica, ha sido siempre un símbolo de la femeneidad. Y sin embargo funcionamos como si nuestra producción sexual y libidinal, fuese algo rectilíneo y siempre la misma.

Dejando de lado la sexualidad de la niña -la diferenciación de la líbido empieza antes de la pubertad-, no es el mismo estado sexual ni el mismo equilibrio hormonal el que tiene la mujer cuando ovula que cuando menstrúa. También es diferente el estado de la mujer grávida de la que no lo está, ni el de la mujer en el parto o despúes del parto, o durante la gestación extrauterina, o a lo largo de una lactancia prolongada, o cuando vivimos la pasión amorosa con adultos o adultas. Hemos perdido, a lo largo de la socialización patriarcal, la percepción del estado cambiante de nuestro cuerpo, de cómo lo sentimos, de nuestros diferentes flujos y de sus olores.

La generalización de la alineación sexual de la mujer en torno al falo se fue consolidando a lo largo de estos milenios de civilización patriarcal que mencionábamos antes. Esta alineación, respaldada con toda la fuerza de la ley, se consolida tanto a nivel psíquico como somático. El falocentrismo se va adentrando en el inconsciente, interiorizándose como un ordenamiento sexual que manipula nuestras pulsiones antes de hacerse conscientes, como veremos más adelante. 

El parto, que es un episodio importante de la vida sexual de la mujer, deja de ser considerado como tal; esto es gravísimo porque la fisiología del parto está prevista para funcionar con el impulso de la emoción erótica. De hecho, para forzar el desencadenamiento del parto, la Medicina tiene que fabricar en laboratorio la oxitocina (que nos inyectan con los famosos goteros), la hormona llamada ‘del amor’ que se segrega naturalmente con la excitación sexual, porque no han encontrado otra cosa que abra el cérvix. Además como todo acto sexual, el parto requiere una intimidad para que el cuerpo pueda abandonarse a la emoción y a la relajación, intimidad que desaparece en el parto hospitalario (7). Todo esto, unido al desconocimiento de nuestro cuerpo y la pérdida de la confianza en él, junto con el miedo inculcado y la rigidez uterina resultante de la represión sexual durante la infancia, nos hace hacer todo lo contrario de lo que el parto requiere; contraídas, llenas de miedo, entregamos nuestra confianza a las autoridades de la Medicina, que -cesáreas aparte- no pueden saber ni hacer lo que sólo el cuerpo sabe cómo y cuándo hacer. El decúbito supino es una posición contraria al parto: el canal de nacimiento se estrecha y se alarga, y además la posición horizontal va en contra de la fuerza de gravedad; pero sobre todo, en esa posición la mujer no puede hacer fuerza con los músculos pélvicos; en cambio, en cuclillas se puede hacer toda la fuerza necesaria con los músculos pélvicos para impulsar el avance del bebé, el canal de nacimiento se acorta y la salida va a favor de la fuerza de la gravedad. Parir en decúbito supino supone alargar el parto, poner dificultades al avance del bebé, facilitar el atasco y la falta de oxígeno; es tan absurdo como defecar en esa posición. Sólo tiene una lógica: la manipulación médica y agravar el sufrimiento de la madre y del bebé. Obligar a la mujer a parir en esa posición es una violencia gratuita e innecesaria; es la imagen de la sumisión y de la negación de nuestros cuerpos.

Todavía quedan zonas fuera de Occidente, donde se sabe que el parto y la maternidad son episodios de la vida sexual de una mujer. Las mujeres de la India visualizan los pétalos de la flor de loto abriéndose para abrir el canal del nacimiento, un abrir suave, sin violencia alguna; claro que no se les ocurre ponerse a parir en decúbito supino, en medio de focos, entregadas a las órdenes de las autoridades médicas. En zonas de Arabia Saudita las mujeres bailan la danza del vientre entorno a la parturienta hiponotizándola con sus movimientos rítmicos ondulantes para que también ella se mueva a favor del cuerpo en lugar de moverse contra él (8).

Hablar del placer de parir suena a marciano, pero es tan real como difícil para la mujer socializada en el imperio falocrático. A pesar de todo, hay algo muy importante que debe saberse: inmediatamente después del parto, incluso aunque éste haya sido doloroso y violento para la madre y la criatura, hay una oportunidad de recuperar la autorregulación del proceso sexual de la maternidad. Son las dos ó tres horas inmediatas después de la salida de la criatura. En ese lapso de tiempo se producen las mayores descargas de oxitocina de toda nuestra vida sexual (7), así como de otras sustancias opiáceas como las endorfinas. Si nos dejan un poco en paz, nos sentiremos invadidas de oleadas de placer y de felicidad al sentir a la criatura recien salida en nuestro vientre y succionando el pezón. Este fenómeno fisiólogico está filogénticamente establecido para organizar el acoplamiento o simbiosis de la exterogestación y se le conoce con el nombre de ‘impronta’. La extero-gestación (que dura más o menos un año, pero que es muy intensa los dos primeros meses) es el único periodo realmente simbiótico de nuestra vida. La atracción libidinal, como dice Michael Balint (9) entre madre y bebé produce y mantiene el estado de simbiosis, es una atracción mutua de índole sexual que corresponde a un nuevo estado sexual de la mujer y de la criatura, tan placentero y gratificante para la mujer como para el bebé. Dice Balint que se trata de la carga (o catexia) libidinal mayor de toda la vida humana, porque debe mantener la atracción mutua de la simbiosis, confirmando lo que ya dice el indicador hormonal. Y aunque ahora podamos sobrevivir con leche y calor artificial, el contacto piel con piel que corresponde a la producción libidinal sigue siendo necesario no sólo psíquicamente, sino también orgánicamente, para la formación de las sinapsis neuronales, la coordinación neuromuscular, el sistema inmunologico, etc. Se ha demostrado que de la emoción dependen la producción de ciertas enzimas y otros moduladores químicos necesarios para la maduración psicosomática de la criatura humana. Lo peor no es que el pezón que chupamos sea de plástico, sino el cuerpo que falta detrás del chupete o del biberón, es decir, la destrucción del cuerpo a cuerpo con la madre y el bloqueo de nuestro desarrollo sexual básico.

Actualmente se separa sistemáticamente a la criatura recién nacida de la madre, con la excusa de lavar y de inspeccionar clínicamente a la criatura; esto produce la interrupción de la impronta, y es una negación de la sexualidad femenina, uno de los estados de mayor placer de nuestras vidas; y también la de la misma criatura, que queda dañada de por vida (a esto se le llama ‘falta básica’). 

Hablar del placer y del deseo de amamantar suena también a algo extravagante, hasta tal punto hemos perdido las pulsiones sexuales. Las mujeres lo consideran una lata y dejamos a l@s bebés con biberones y canguros para irnos a trabajar. Sin embargo, amamantar puede ser sumamente placentero, un placer que se percibe en los pechos y en el útero y en la vagina, pues hay conexiones o ‘meridianos’ de placer entre los pechos y el útero, tal y como lo expresaban en el arte pre-patriarcal trazándolos sobre los cuerpos en pinturas o esculturas.

Según Michel Odent (7) durante la lactancia, la líbido de la madre se orienta hacia el bebé, lo cual le lleva a este científico a cuestionar la pareja monogámica (lo cierto es que incluso en la sociedad actual, muchas mujeres que amamantan a sus criaturas pierden el deseo hacia sus compañeras/os).

La maternidad, que hoy se realiza de forma robotizada, sin el impulso del deseo y de pulsión libidinal (y que está a cargo de la Medicina como si de una enfermedad se tratara) es en realidad una etapa de la vida sexual de la mujer. El grado de castración de nuestros cuerpos es el necesario para dejar la reproducción humana a merced del orden establecido. Y la represión exterior va cediendo cada vez más terreno a la interior, a la pérdida de la conciencia de nuestros cuerpos, la autoinhibición y la sumisión inconsciente.

La sumisión inconsciente

Los padres de nuestra civilización descubrieron lo que hay que hacer para convertir un toro en un buey y poder utilizar su fuerza sumisa para tirar de la carreta o labrar los campos: castrarlo cuando es muy pequeño; entonces inventaron la ganadería, tener un montón de vacas, de ovejas o de lo que sea, reproduciendo lo que interesa; se trata de dominar a la especie en cuestión para reducir su vitalidad sin matarla del todo para poder explotar la producción de esas vidas mutiladas. Este arte de la dominación, de la devatación y de la explotación lo aplicaron a la sociedad humana, para conseguir ejércitos para las guerras de conquista, y esclavos para el trabajo forzado. En la especie humana, había que manipular la capacidad reproductora de la mujer para manipular las criaturas nada más nacer y criarlas en la carencia, en la represión y en el miedo, para ir formando el acorazamiento psicosomático necesario tanto para la crueldad y la competitividad del guerrero como para la resignación del esclavo; en este proceso, como dice Amparo Moreno (10), es imprescindible que la madre amante y enamorada de su criatura se transforme en madre patriarcal capaz de reprimirla en lugar de complacerla, capaz de anteponer los objetivos de su promoción social a su bienestar inmediato; por eso había que eliminar el latido del vientre de la mujer, la pulsión del deseo sexual que impulsa la reproducción, acabar con la pasión de la madre amante; por eso la prohibición de la expansión de la sexualidad femenina desde la niñez; la prohibición de la sexualidad compartida de las mujeres, el quitarlas sus costumbres y su espacio vital donde el útero palpitaba; y la implantación de un status social de inferioridad que posibilitase todo el sometimiento.

Aunque a lo largo de estos milenios de patriarcado, el arte y la técnica de la domesticación han variado, siempre ha habido una combinación de la represión exterior (por la fuerza física, la coerción sibilina y las incentivaciones en la escala social) con la represión interior (el propio autoconvencimiento y autoinhibición de la mujer). Es cierto que en algunos momentos puntuales, y seguramente al principio, cuando las oleadas kurgas invadieron los pacíficos asentamientos matrifocales de la Antigua Europa (11), hubo sólo represión exterior pura y dura (ahora también cuando la sumisión voluntaria de la mujer no les funciona, los hombres la emplean); pero también es cierto que desde los comienzos se pusieron en marcha mitos e incentivaciones destinadas a convencer a la mujer y lograr su sumisión cada vez más voluntaria y cada vez más inconsciente. 

Hoy por hoy la socialización de la mujer en Occidente produce una estructura psíquica y un adiestramiento corporal en la mujer, que hacen que nosotras mismas, como dice Lea Melandri reproduzcamos nuestra propia autodestrucción. (6) Todo empieza cuando al nacer nos encontramos que nuestra madre no está ahí como mujer con su cuerpo de mujer en gestación extrauterina, sino como mujer del hombre y para el hombre; cuando aprendemos de nuestras madres a mirarnos a través de la mirada del hombre (Melandri). Nosotras solas en nuestra cuna y ella en la cama con papá: esa es la imagen de ‘lo que debe ser’ (el deseo del cuerpo a cuerpo es adulto y falocéntrico); y es, a la vez, lo que saca de la conciencia lo prohibido, ‘lo que no debe ser,’ (el deseo del cuerpo femenino-materno), para que nunca podamos evocar esa imagen, ni podamos imaginarnos ese valor básico y fundamental de nuestros cuerpos; porque tan importante es que la mujer prohibida quede fuera del orden social, como que quede fuera de nuestra imaginación. Así se construye una sexualidad adaptada al orden patriarcal, con la infravaloración y la percepción falsa de nuestros cuerpos, que sólo deben gustar al hombre: la introyección del falocentrismo. 

Lo prohibido no se dice, se silencia y se oculta detrás del tabú del incesto, para que no se sepa que este tabú es ante todo la prohibición de una mujer que era incompatible con un determinado modelo de sociedad, y que por ello quedó perdida en el origen de esta civilización.

La supresión del cuerpo a cuerpo con la madre (12) es la base de la construcción de los paradigmas de hombre y de mujer, de los géneros que hacen funcionar esta sociedad; sus consecuencias están directa e inmediatamente relacionadas, entre otras, con el origen de la violencia, con la interiorización psíquica de las relaciones de Poder y de sumisión, y con la transformación del derramamiento del amor en relaciones de posesividad. La herida psicosomática que se inflige a la criatura humana que nace de una madre libidinalmente aséptica y robotizada, es decir, patriarcalizada, se ha constatado en distintos campos del conocimiento. El golpe que recibe la criatura humana es un cuestionamiento de su existencia; el shock, el miedo, la ansiedad y la tensión muscular son las de alguien ante la proximidad de la muerte. La supresión del cuerpo a cuerpo con la madre y la desaparición de la sexualidad no falocéntrica de la mujer es la mutilación o la poda de las raíces humanas que convierten el árbol en un bonsai. 

La socialización es un proceso de manipulación de la herida producida por la falta de madre, y de la ansiedad que mana de esta herida. Por eso lo simbólico es tan importante y actúa con tanta eficacia: porque nos atrapa en lo más hondo y además inconscientemente. El contenido de esta manipulación, que tiene lugar a lo largo del proceso de socialización, es un permanente chantaje emocional: para que te den un poco de lo que te han quitado tienes que obedecer y cumplir las reglas establecidas. Uno de los principales objetivos de esta socialización es el de canalizar el anhelo y la ansiedad que manan de la herida hacia el orden falocrático y hacia la pareja, esa pareja en la que se saciará todo el anhelo y se encontrará la plenitud del deseo sexual.

Así se codifica o se define este deseo como adulto y falocéntrico (cuando originariamente no lo era, era un deseo del otro sexo silenciado); durante la infancia nos dicen que toda pulsión sexual es ´pecado´, porque eso sólo corresponde a l@s adult@s cuando ’se casan’. Entonces crecemos pensando que nuestro anhelo es encontrar al príncipe azul, al hombre de nuestra vida, y que toda nuestra energía sexual será absorbida y colmada por la media naranja. Sólo cuando se cumple puntualmente la Ley y se realiza el paradigma (encontramos al principe azul, o la media naranja) nos veremos libres de ansiedad, y también por eso el menor desajuste o crisis de inadaptación a la norma provoca tanta ansiedad y depresiones: porque deja al descubierto la herida primaria. La sublimación de la falta básica, claro está, es diferente en las niñas y en los niños, y ahí arranca la construcción de los géneros, y todo el sistema de identidad, que tienen profundas raíces emocionales e inconscientes. Cuando realizamos los paradigmas del género femenino y del género masculino establecidos, al mismo tiempo que afirmamos las instituciones que sostienen el orden social (el Matrimonio o la Pareja estable heterosexual y mongámica), afirmamos también nuestra existencia cuestionada; por eso los géneros están tan arraigados individual y socialmente y son tan difíciles de cuestionar. 

Y sin embargo el cuestionamiento de los géneros es imparable porque las cosas no funcionan según el mito de la media naranja; de hecho el mito de la media naranja en el que proyectamos de niñas nuestros deseos de vida y de felicidad, es una imagen engañosa.

En primer lugar se ofrece la imagen de la simbiosis de las dos mitades de la naranja, como proyecto de vida adulta. Pero la simbiosis sólo pertenece a la etapa primal, cuando necesitamos estar en brazos, permanentemente fusionados para comer, tener calor, estar protegid@s, movernos, etc. La líbido adulta (excepto el estado de exterogestación de la mujer) se produce para fusiones discontinuas, no para un estado de fusión o simbiosis permanente. Entonces la trampa está en que se ofrece la imagen de la naranja, que se sabe que no es cierta, para atrapar y canalizar el anhelo simbiótico del cuerpo materno. Por eso no existe príncipe azul que pueda colmar dicho anhelo. En este camino emocional desaparece de nuestras vidas el cuerpo de la madre y su significado.

En segundo lugar, nuestra sexualidad no se complementa unívocamente con la del hombre. El mito de la media naranja ofrece la imagen de una complementariedad recíproca, cuando la mujer, aún la que tiene prácticas heterosexuales habituales, tiene estados sexuales y pasa por ciclos de su vida en los que su líbido no se orienta hacia el hombre. El orden simbólico falocrático proyecta la imagen de simetría entre los dos sexos, para así dejar fuera de la imaginación y de la realidad toda la sexualidad femenina no falocéntrica. ¿Cómo no va a haber crisis de pareja en general, y de la pareja heterosexual en particular? La pareja estable adulta, es un paradigma falocrático, no pertenece a la sexualidad natural del género humano.

En tercer lugar, a lo largo de nuestras vidas el deseo no se queda fijado siempre en la misma persona; nadie honestamente puede decir que sólo ha querido a una sola persona en su vida. Por eso cuando la ley cede terreno y reconoce el derecho a ser coherente con los sentimientos (en apariencia al menos) el matrimonio y la familia entra en crisis. En la familia tradicional, las relaciones entre los cónyuges y entre los padres y l@s hij@s se mantenían estables, haciendo cada cual lo que le tocaba, porque se asumía la ley, no porque fuese el desarrollo natural de los sentimientos. Ahora los padres se quejan que l@s hij@s no sienten respeto ni cuidan de sus viej@s, las parejas se deshacen cada dos por tres, etc. etc. Y así seguirá siendo mientras que no recuperemos las relaciones armónicas entre los sexos (que presupone el reconocimiento del sexo femenino y la asimetría de las funciones de cada sexo).

En cuarto lugar, las dos mitades de la naranja nos las presentan como dos mitades homólogas, mismo volumen, mismo peso, etc. Esto esconde la relación de Poder del género masculino sobre el femenino. Aunque no sea una ley escrita (hoy supuestamente la ley reconoce igualdad de derechos etc. etc.), el Poder del sexo masculino está inscrito en el inconsciente colectivo, desde que el colectivo hegemónico de varones inventó el sistema de otorgar a cada hombre, por ser hombre, una cuota de la potestad de la patria sobre la vida y la muerte de sus mujeres, de la descendencia de sus mujeres y de sus sierv@s (y no es casualidad que la figura jurídica de la patria potestas siga conservando este nombre en nuestros códigos civiles), y esto lleva milenios de puesta en práctica, de elaboración concreta y de rodaje, y por eso el machismo y la pre-potencia masculina siguen estando plenamente vigentes. Y por eso cuando los hombres entran en situaciones límites de desesperación pegan, violan y matan a sus mujeres, para autoafirmar su ego con el que tratan de resarcir la existencia cuestionada: porque es mía y por eso hago lo que quiero. El paradigma del género masculino, que se resume en el nombre del ‘padre’, lleva incluido la patria potestas, el poder sobre la mujer y l@s hij@s; el del género femenino, la sumisión. Por mucho que de palabra digamos que es apoyo mutuo, amor, protección y respeto, sabemos que ahí está la relación de poder y sumisión, dentro de la naranja. 

En quinto lugar, el restablecimiento de la armonía entre los sexos no tiene nada que ver con la complementaridad de ningún ‘ego’, ni masculino ni femenino, sino con la recuperación de lo que la antropología llama ‘sistema de identidad grupal’ (la percepción de cada cual como parte de un grupo). Recuperar la mujer prohibida significa recuperar su función social, y ésta no es una función individual, sino grupal, de los grupos de mujeres. Y lo mismo se puede decir para una condición masculina no patriarcal (13).

Bibliografía

(1) Freud, Sigmond (1931) Sobre la sexualidad femenina Tomo III Obras Completas Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 1968 

(2) De Choisy, Maryse: La guerre des sexes Ed. Publications Premiéres 1970 

(3) Merelo-Barberá, J. Parirás con placer. Kairós, Barcelona, 1980.

(4) Reich, W. : Reich habla sobre Freud Ed. Anagrama. También en Leboyer, F. El parto: crónica de un viaje, Ed. Alta Fulla, Barcelona 1998

(5) Según la antropóloga Martha Moia (El no de las niñas laSal ed. de les dones, Barcelona 1981) el primer vínculo social estable de la especie humana no fue la pareja heterosexual… sino el conjunto de lazos que unen a la mujer con la criatura que da a luz… (que) se expande al agregarse otras mujeres… El ginecogrupo (y no la pareja heterosexual) es la primera forma de organización humana original y universal… que se estructura a partir de exigencias … culturales y no instintivas.. no es un resto de una forma de organización entre varias posibles, sino la original a partir de la cual se derivarán todas las variables conocidas. Esto lo corrobora J.J. Bachofen (Mitología arcaica y derecho materno ed. Anthropos, Barcelona ) en su estudio basado en la literatura griega antigua, según la cual la organización social se vertebraba desde ‘lo maternal’ (muttertum); sin embargo la incorrecta traducción de ‘muterlich’ (maternal) y ‘mutertum’ (lo materno) que casi por norma han sido traducidas por ‘matriarcal’ en todas las versiones en castellano, oscurece este estudio.

(6) Melandri, Lea: La infamia originaria Ed.Ricou, Barcelona 1980

(7) Odent, M. El bebé es un mamifero Ed. Mandala, Madrid 1990

(8) V.V.A.A. Mamatoto: la celebración del nacimiento. Plural ediciones, Barcelona 1992.

(9) Balint, M. La Falta Básica Paidós, Barcelona 1993 (10 publicación: Londres y Nueva York 1979)

(10) Carta de Amparo Moreno a la Asociación Antipatriarcal, Boletín n1 4, Madrid, diciembre 1989. 

(11) Lerner, Gerda La creación del Patriarcado, Crítica, Barcelona 1990. 

(12) Irigaray, Luce: El cuerpo a cuerpo con la madre la Sal ed. de les dones Barcelona 1985

(13) Ver nota (5): además del concepto de ‘ginecogrupo’ de Moia, hay muchísimos datos que suministra la antropología sobre el carácter colectivo de la función femenina, como las ‘tábula’ de Malinowsky (The sexual life of savages in North-Western Melanesia. Beacon Press, Boston 1987). En cuanto a la condición masculina, los ‘polipáteres’ de Bachofen también es muy significativa. Según este autor, en la sociedad prepatriarcal cada niñ@ tenía muchos ‘padres’ que l@s cuidaban: este término de ‘polipáteres’ responde al enfoque patricéntrico y a la incapacidad de Bachofen de salirse de la perspectiva patriarcal, pero su significado no deja dudas en cuanto al carácter colectivo de la función masculina.

Nota : Para más información sobre el tema de la sexualidad femenina, pueden consultarsenuestros libros: La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente (MadreTierra 1996), El asalto al Hades (Traficantes de Sueños 2001), en el artículo ‘Matricidio y estado terapéutico’ del nº 25 de la revista Archipiélago, en el monográfico de la revista Ekintza Zuzena ‘La sexualidad de la Mujer’, y en la ponencia ‘Tender la urdimbre’ en el I Congreso Internacional sobre parto y nacimiento en casa, Jerez octubre 2000.


Este artículo ha sido publicado originariamente en la revista MUJERES PREOKUPANDO, Valencia 2004.
Más textos de Casilda Rodrigañez en: www.casildarodriganez.org

El instinto materno ¿existe?


 El “instinto” de proteger, cuidar, nutrir  y amparar  a un hijo, sólo puede manifestarse en la medida que ese hijo exista y tengamos una relación amorosa con él. Ahora bien ¿necesitamos el instinto materno para quedar embarazadas? No, definitivamente no tienen nada que ver una cosa con la otra. Quedamos embarazadas porque somos fértiles, porque hemos tenido contacto sexual con un hombre y porque hace parte de la naturaleza humana.  El instinto aparece más tarde, cuando el niño nace. A partir de ese momento, hay un bebe necesitado de cuidados maternos que despierta nuestra capacidad de amar.

Pero, una vez que el niño ha nacido, ¿siempre aparece el instinto materno? ¿Por qué muchas madres no sentimos “eso” en relación a nuestros hijos?  Porque nuestra capacidad de protegerlo y ampararlo  depende de la represión sexual que hemos vivido a lo largo de toda nuestra vida, del desamparo en el que hemos permanecido sometidas durante nuestra infancia y  de la moral, el autoritarismo afectivo y la rigidez que aún hoy persisten y hacen parte de nuestra manera de ser. Es decir, una vez que tenemos al niño real en brazos, nos encontraremos con nuestra capacidad o incapacidad de cuidarlo, según nuestra historia emocional pasada, de la que generalmente no tenemos un claro registro. De todas maneras, la función maternante se puede aprender buscando referentes externos, siempre y cuando reconozcamos que nos resulta difícil responder a las demandas del niño pequeño.

En todos los zoológicos del mundo, se sabe que cualquier mamífera hembra criada en cautiverio, tendrá pocas chances de concebir y dar a luz a su cría. Luego, si lo logra, difícilmente “la reconozca” como propia y posiblemente tenga dificultades para amamantarla y protegerla. Pero los cuidadores del zoológico la ayudarán, y la cría normalmente sobrevivirá. Lamento estas comparaciones, pero a las mujeres nos sucede algo parecido: atravesamos los embarazos totalmente despojadas de nuestro saber interior y luego parimos en cautiverio: atadas, pinchadas, amenazadas y apuradas. Entonces lógicamente, inmediatamente después de producido el nacimiento, nos sucede que desconocemos a nuestra cría. Las madres tenemos que hacer un esfuerzo intelectual para reconocer a ese hijo como propio, con la culpa y la vergüenza de pensar internamente que quizás no poseemos ese valioso “instinto materno”.

¿Puede una madre tener una fluidez extraordinaria para responder intuitivamente  a las necesidades del bebe? Sí, claro, ¡pero tiene que provenir de una infancia ideal! Si hemos recibido suficiente amparo, contacto corporal, palabras cariñosas, mirada exclusiva, pechos, disponibilidad emocional y explicaciones a lo largo de toda nuestra infancia, es mucho más probable que respondamos instintivamente a las demandas del niño pequeño. Caso contrario, necesitaremos apoyos externos que nos guíen hacia el amor,  y nos liberen de los prejuicios.

Laura Gutman


sábado, 28 de julio de 2012

¿QUÉ ES UN PARTO HUMANIZADO Y EN QUÉ CONDICIONES SE LLEVA A CABO?


Un parto humanizado es aquel en el que la mamá y el bebé son los protagonistas, decidiendo cómo quiere llevar a cabo su parto, con seguridad, apoyo emocional y otras condiciones favorables.

Un parto humanizado es aquel en el que la mamá y el bebé son los protagonistas. Decidiendo como quiere llevar a cabo su parto, confiando en sus decisiones, informándose y sabiendo de entrada que la madre no es una persona enferma, es una mujer sana en un proceso saludable y natural que en la mayoría de los casos no requiere tratamiento, sólo observación confiando en sus decisiones. Es lo opuesto a un parto medicalizado en el cual la tecnología y los medicamentos sustituyen la fisiología de la mujer, desvirtuando la experiencia del nacimiento y generando riesgos innecesarios para la madre y el bebé. Las tasas de cesáreas en los países y hospitales que respetan los procesos naturales no suele ser mayor al 15 % (como en Holanda). En México, en algunos hospitales privados, tenemos un índice de cesáreas del 95% ¿Que estamos haciendo o que estamos permitiendo?

Es muy importante entender la verdadera naturaleza del parto; el parto es un acto involuntario, tanto como el sueño y el orgasmo, aunque más complejo. Cuando uno trata de controlar esos procesos lo único que logra es inhibirlos. (esto ponerlo en el recuadro de la hoja de entrada) Un claro ejemplo, es la entrada de la mujer al hospital, cuando esta entra la dilatación se detiene, las contracciones se frenan, por el simple hecho de sentirse monitoreada e intervenida. Y cuando el trabajo de parto se inhibe se prepara el terreno para todo tipo de intervenciones que obstaculizan el proceso natural. Un ejemplo de lo que ocurre habitualmente es que entra la mujer al hospital la tratan como si estuviera enferma cuando una embarazada es la única persona que entra sana a un hospital ( en la mayoría de los casos aunque a veces hay sus excepciones), se asusta y esto provoca que como dije anteriormente la dilatación se detenga, la contracciones se frenen y empieza la estimulación con oxitocina (para provocar que las contracciones sean más seguido) al acelerar las contracciones no le permiten al cuerpo y al bebé descansar entre contracción y contracción. En esos momentos el dolor en lugar de ser una guía se vuelve tu peor enemigo, porque el ritmo de las contracciones se acelera tanto que no te da tiempo de recuperarte. Entonces pides la epidural (la cual es una opción viable siempre y cuando conozcas los pros y los contras de esta. En algunos casos el bloqueo o la epidural provocan, sufrimiento fetal porque la sangre no circula por tu cuerpo y esto hace que no le llegue suficiente oxigeno a tu bebe, te asustan diciéndote que tu hijo está sufriendo que si no nace en determinado tiempo habrá que hacer una cesárea!!!!!! Y que fue lo que paso???? Al sustituir un proceso natural sofisticado y sabio por un conjunto de intervenciones encaminadas a resolver problemas muchas veces creados por el equipo médico, estamos dehumanizando el parto. No se puede someter el ritmo de cada mujer al ritmo acelerado de un hospital. Si tardaste nueve meses creando a tu bebé que n o te asusten diciéndote que 12,13,14 horas ya es mucho tiempo para un parto, este puede durar más de 24 horas. Cada bebé tiene su tiempo para nacer. No aceleremos un proceso en el cual no podemos intervenir, la naturaleza y por lo tanto nuestro cuerpo saben perfectamente que hacer, déjate guiar por lo que te va pidiendo y él se encargará del resto. Dice Michel Odent (Ginecoobstetra francés, pionero del parto natural) que una de las preguntas que continua ausente en el ámbito de la obstetricia son: ¿ Que necesitan la Mamá y el bebé ? ¿Cuáles son las condiciones idóneas para que un parto sea fluido?


Condiciones idóneas para que se lleve a cabo un Parto Humanizado:

Intimidad, seguridad y apoyo emocional.

El parto es un acontecimiento instintivo, llevado a cabo por nuestro cerebro mamífero en el cual la mente racional tiene un efecto contraproducente. La mujer necesita una atmosfera de intimidad, de seguridad física y emocional que le permita entrar en el estado de conciencia especial propio del parto. Cuando este estado de intimidad se interrumpe, cuando te sientes observada o amenazada, el trabajo parto se detiene, por que las hormonas del estrés como la adrenalina, inhiben a las hormonas del parto principalmente la oxitocina.

La forma en cómo se trata a una mujer en el momento del parto condiciona totalmente el progreso del mismo.

Confía en tu sabiduría interna, ríndete a la experiencia y permite que ocurra, para lograr esto la calidad humana y la actitud de los asistentes es elemental.

Ambiente y entorno apropiado

Se debe de evitar todo lo que active el pensamiento racional (hablarle sin necesidad, darle ordenes o interrumpirla en su viaje interior).

Las luces, los ruidos, la temperatura ambiente, la prohibición de comer, la incomodidad de tener que mantener una postura determinada o estar en lugar poco apropiado como la sala de parto, son factores que actúan como obstáculos para que la mujer pueda entregarse al proceso.

Las condiciones necesarias para que un parto fluya son prácticamente las mismas que necesitaríamos para dormir, luz tenue, una temperatura cálida, silencio, intimidad, un espacio agradable acogedor que te haga sentir como en casa.

Libertad de expresión

Reprimir la expresión de dolor equivale a reprimir la evolución del parto. Sumergirse y aceptar el dolor es necesario para la producción de endorfinas que amortiguan y modifican la percepción del dolor. No dudes en sacar todo lo que sientes, usando tu voz, cantando, respirando, o simplemente estando en silencio.

Escucha a tu cuerpo y el te dirá que hacer.

Libertad de movimientos y posturas para el expulsivo

La postura que más se usa en nuestros días que es la posición horizontal lo único que hace es entorpecer el parto. “ El potro obstétrico” (cama de parto) es y será durante el expulsivo tu peor enemigo.

Acostada boca arriba, la pelvis se aplasta y el bebé lucha por salir en contra de la fuerza de la gravedad; la vía de paso se vuelve más angosta para el bebé le cuesta mucho más trabajo bajar. Por el contrario, en posición vertical la pelvis puede abrirse más, la fuerza de gravedad ayuda al descenso del bebé y la presión de la cabeza sobre el cuello del útero, estimula la producción de oxitocina y ayuda por lo tanto a la dilatación, esta postura también permite que las articulaciones de la cadera se abran.

Asistencia profesional respetuosa

El papel de los asistentes es estar disponible en un discreto segundo plano, dejando que el parto fluya, confiando en la sabiduría interna de la mujer. Solo deben intervenir en caso de que exista alguna complicación.

Procedimientos naturales para abordar el dolor

Libertad de movimiento, agua, masajes, música, terapias alternativas como la homeopatía, acupuntura… libertad para comer y beber etc.

Intimidad y tiempo para recibir al bebé

La madre y el bebe no deben de ser separados tras el nacimiento, al estar con su madre a la que ya conoce, le da seguridad y los ayuda a ambos para adaptarse a su nueva vida. Si los separan el bebé tendrá sentimientos muy profundos de abandono, que pueden repercutir en su seguridad, relaciones futuras y muchas veces esto llega a romper el vinculo con la mamá.

Todo esto nos hace ver la importancia que tiene el participar de manera responsable y activa, para lograr una maternidad y paternidad responsables. La participación consciente desde que estas pensando embarazarte, buscar opciones de parto, post parto, lactancia y crianza del bebé y de ahí en adelante.

Ser padres es una responsabilidad que dura toda la vida.